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GENIOLITO

  Lorenzo Benítez nació en Paraguay  pero de muy chico cruzo el Paraná. Como todo paisano  mbya no tuvo porque conocer limites convencionales ni nada de lo que los Estados blancos condicen. Lo cierto es que su oído ya traía de aquellos lares alguna que otra tonada singular. De joven emprendió la ruda contienda de la tarefa. Allí conoció los avatares del jornalero mal pago, pero también obtuvo su primer violín. Y, en esos ratos libres- que cada vez solían ser más largos- ejecutaba aquello que su instinto demandó.  Ni bien sintió el cimbronazo de las cuerdas ¨Geniol¨ (apodo dado por el patrón en una ocasión en que éste se hallaba enfermo y ante la sugerencia de ir al  al médico el músico solo pidió geniol ) antes de ser ¨Geniolito¨, tomó el instrumento y se echó a andar. Recordando a aquel pariente que en Paraguay tocaba el mbaraka, su labia de karaí musiquero se hacía plegaria de aldea en aldea, antes de llegar a la ciudad. 
  Cuando conoció San Ignacio probablemente sintió que ese sería su lugar. Es que el entorno de las ruinas, con sus turistas, mujeres y paisanadas era el escenario soñado como para vivir y tocar. A partir de allí solíamos verlo por la esquina de Mandagarán o por algún que otro de los negocios cue, siempre con la mortadela en trozo, un vino tinto y un cacho de pan. Geniolito ya se había transformado para entonces en un artista popular, un referente más de nuestra cultura. Sin embargo y, paradójicamente su semblante no tuvo mengua ni nada que lo pueda perturbar. Siguió y sigue siendo el hombre simple, ese que habla poco,  mira y asiente. Un hombre que camina por la vida con su violín a mano alzada y de a oído, mientras ejecuta con determinación aquello para lo cual el destino lo preparo. La polka del partido colorado, la marcha del partido Liberal, Km 11, corridos, chotis o cualesquiera de esos ritmos de entreveros forman parte de su repertorio. Al final casi siempre sale un sapucay adrede, de entre la madeja de hilos que compone su instrumento musical. Suelta una sonrisa, genuina, ancha, mientras el público dispensa su acto con especial devoción. Al fin, un cartel al pie del artista reza: "Cacique Yaguarete Geniolito, colabore". Una vez dijo el Paí Julian Zini, con savia prosa y melodía, definiendo a los juglares de nuestra música popular : "padre de nuestra alegría, señor del baile, maestro. No se te paga con plata, lo tuyo no tiene precio..!"